SALUD
Georgios Papanicolaou, el descubridor de la prueba del cáncer uterino
El científico de origen griego realizó una de las aportaciones más importantes en la medicina preventiva del siglo XX y logró reducir la mortalidad por cánceres cervicales Georgios Papanicolaou ha pasado a la historia de la investigación y de la medicina por haber desarrollado una prueba para la detección temprana de cáncer en el cuello uterino que hoy lleva su nombre: test de Papanicolaou. Siempre fue un gran estudiante, pero tardó en tener claro su futuro, ya que ni la medicina ni el ejército, donde se alistó, le atraían demasiado.
Modesto en su trabajo y calificado por sus ayudantes como un gran profesor aunque sin grandes dotes para oratoria, se dedicó a investigar sin descanso -y sin vacaciones- cuando descubrió su pasión por la ciencia. Sin embargo, hasta que ese momento llegó viajó por varios países, emigró con su esposa a Estados Unidos sin dinero y tuvo que buscarse la vida en trabajos esporádicos hasta que pudo ejercer su profesión y sus experimentos fueron reconocidos.
Papanicolaou fue un pionero en dilucidar la fisiología y las características citológicas del sistema reproductor femenino. El test de Papanicolau continúa siendo, casi 80 años después, una de las aportaciones decisivas en el terreno de la medicina preventiva del siglo pasado. Es considerada la prueba más adecuada y más utilizada para el diagnóstico de lesiones precursoras de cáncer de cuello uterino y ha logrado hacer descender un 70% el número de fallecimientos. Este test detecta el 95% de cánceres cervicales y lo hace en un estado en el que todavía no se ven a simple vista y, por tanto, pueden ser tratados y curados.
Georgios Nicholas Papanicolaou nació en Kymi, ciudad costera de la isla griega Euboea, el 13 de mayo, de 1883. Hijo del médico Nicolas Papanicolaou y de Maria Georgiou Kritsouta, mujer culta e interesada en la música y la literatura, Georgios tuvo tres hermanos más. Cuanto tenía cuatro años la familia se trasladó a Atenas. Su educación giró en torno a la música y a las humanidades, pero su padre lo persuadió para que estudiara Medicina, carrera en la que se graduó con honores a los 21 años.
Recién licenciado se alistó en el ejército para hacer el servicio militar y fue admitido en la academia de reserva para oficiales como ayudante de cirujano. Sin tener clara aún su vocación, de regreso a su ciudad natal cuidó a pacientes de lepra en los barrios marginales antes de viajar a Alemania para estudiar un posgrado de Biología. Allí coincidió con eminencias de la época como Ernst Haeckel, August Weismann y Richard Goldshmidt, y obtuvo en Múnich el doctorado con sus trabajos de investigación en zoología sobre la diferenciación sexual.
En 1910 contrajo matrimonio, en contra de la opinión de su padre, con la hija de un oficial, Mary Andromache Mavroyeni, a la que conoció en el viaje de vuelta de Alemania a Grecia. Gracias a la influencia del coronel Mavroyeni logró un puesto en el centro de investigación de Mónaco y participó como fisiólogo en una expedición oceanográfica en el ‘Hierondelle 2’, del príncipe Alberto I. Sin embargo, su trabajo se vio interrumpido por el fallecimiento de su madre, primero, y por la guerra de los Balcanes después. En 1912 regresó al Ejército y prestó servicio como médico de la Armada griega. Durante este tiempo pudo conocer a muchos griegos que habían emigrado a América y que le insuflaron el gusanillo de viajar a Estados Unidos.
El 19 de octubre de 1913 el matrimonio formado por Georgios y Mary llegó a Nueva York. La decisión fue tan trascendental para el futuro como alocada para en aquel momento, ya que llegaron al país norteamericano con el mínimo de dinero exigido para la entrada, 250$, y sin hablar inglés. Por este motivo, se vieron obligados a aceptar cualquier trabajo y, así, Mary trabajaba en una tienda como costurera y Papanicolaou fue un vendedor de alfombras en la misma tienda, aunque solo duró un día. Después fue violinista en un restaurante y más tarde empleado del archivo de un periódico para a población griega llamado ‘Atlantis’.
Un año después de su llegada al continente americano la suerte de Papanicolaou cambió cuando el zoólogo de la Universidad de Columbia Thomas H. Morgan, que más tarde recibiría el Premio Nobel y que conocía la tesis de Georgios, lo contrató como asistente en el laboratorio de patología del New York Hospital. Poco después pasó al departamento de Anatomía de la Cornell University, donde pudo continuar sus estudios sobre la diferenciación sexual y con su mujer como asistente, formando un equipo inseparable de investigación durante casi 47 años.
Papanicolaou empezó a centrarse la investigación de la ficiología huaman, pero tuvo que hacerlo con experimentos con conejillos de indias. En 1916, mientras estudiaba los cromosomas sexuales, dedujo que los ciclos reproductivos en los animales experimentales podían cronometrarse examinando los frotis de sus secreciones vaginales. A partir de 1920 Papanicolaou se especializó en la citopatología del sistema reproductivo humano y se emocionó cuando pudo discernir las diferencias entre la citología de células cervicales normales y malignas en una simple visualización de hisopos manchados en portaobjetos microscópicos. Aunque su publicación inicial del hallazgo en 1928 pasó inadvertida, ese año llegó cargado de buenas noticias para él, ya que recibió la nacionalidad estadounidense y recibió un ascenso a profesor asistente en la Universidad de Cornell.
El cada vez más reconocido investigador también describió los cambios fisiológicos del ciclo menstrual y la influencia de las hormonas, así como la malignidad en la citología vaginal. Dio a conocer que los frotis normales y anormales tomados de la vagina y del cuello uterino se podían ver bajo el microscopio y se podían clasificar correctamente y, desde entonces, este procedimiento simple es conocido como la prueba de Papanicolaou, convirtiéndose rápidamente en el estándar en la detección del cáncer cervical. Como costaba poco, era fácil de realizar y podía interpretarse con precisión, la prueba de Papanicolaou encontró un uso generalizado y dio lugar a una disminución significativa en la incidencia del cáncer cervical y del número de fallecimientos.
Sin embargo, Papanicolaou no fue el primero en demostrar que las células cancerosas podían identificarse bajo el microscopio. Ese honor corresponde al médico británico Walter Hayle Walshe, quien se refirió a este fenómeno en un libro sobre enfermedades pulmonares un siglo antes. Y Papanicolaou tampoco fue el primero en estudiar la citopatología cervical en mujeres. En 1927, un médico rumano llamado Aurel Babes usó un bucle de platino para recolectar células del cuello uterino de una mujer para detectar la presencia de cáncer. Sin embargo, el historial médico se puso del lado de Papanicolaou como creador de la prueba que lleva su nombre, ya que los dos métodos se consideraron sustancialmente diferentes. Aun así, el nombre de esta prueba en Rumanía, en homenaje a Babes, se conoce como el método Babes-Papanicolaou.
En 1951 Papanicolaou se convirtió en profesor emérito en lo que entonces era la Facultad de Medicina de la Universidad de Cornell, donde dos laboratorios llevan su nombre en la actualidad. Poco después, en 1954, publicó un tratado que contiene información completa sobre la citología de tejido sano y enfermo, no solo en el sistema reproductor femenino, sino también en otros sistemas orgánicos. En total, Papanicolaou escribió cuatro libros y más de cien artículos, recibió numerosos premios, incluidos títulos honorarios de universidades de Estados Unidos, Italia y Grecia, y el mundo científico lo reconoció con el Premio Borden de la Asociación de Colegios Médicos Americanos (1940), el Premio Amory de la Academia Americana de Artes y Ciencias (1947), el prestigioso Premio Albert Lasker para Investigación Clínica Médica de la Asociación Americana de Salud Pública (1950), la Medalla de Honor de la American Cancer Society (1952) y ser miembro honorario de la Sociedad de Obstetricia y Ginecología de Atenas y en la Academia de Ciencias de Nueva York.
Cuando tenía 74 años el ya famoso científico realizó un viaje a Europa. Visitó París y Bruselas, donde presidió la primera de las reuniones del Simposio de Citología Exfoliativa, que contó con especialistas de 18 países. Poco después, y tras casi 50 años en Cornell, Georgios Papanicolaou finalmente decidió abandonar Nueva York en 1961 para cumplir su sueño de desarrollar y dirigir un instituto del cáncer en Miami. Por desgracia, Georgios murió a los tres meses de su llegada a Miami a causa de un infarto de miocardio el 19 de febrero de 1962, con 78 años.
Actualmente sus restos descansan en el pequeño pueblo de Clinton, New Jersey y, en su honor, el Miami Cancer Institute pasó a llamarse Papanicolaou Cancer Research Institute. También como reconocimiento a su trabajo y su contribución a la humanidad, en 1978 el Servicio Postal de Estados Unidos lo honró con un sello conmemorativo de 13 centavos. Asimismo, su imagen apareció en la moneda griega de 10.000 dracmas antes de ser reemplazada por el euro y en varios sellos griegos.
El examen de papanicolau es de suma importancia para la salud íntima femenina. Gracias a esta prueba se puede detectar y prevenir el cáncer de cuello uterino, así como también, otras patologías que pueden complicar un caso clínico, debido a las mutaciones celulares que se encuentran en la cavidad genital.
Durante el procedimiento del papanicolau se toman muestras de células del cuello uterino, que es la porción final, inferior y estrecha del útero conectada directamente a la vagina. Estas células se analizan para detectar la presencia de cualquier tipo de signo que indique que alguna célula puede ser cancerosa o presente alguna malformación.
Otro de las patologías que puede detectar esta prueba es el virus del papiloma humano (HPV), el cual también puede influir y generar cambios en las células que se encuentran en el cuello uterino. A su vez, el análisis de HPV mediante el PAP, ayuda a detectar un posible carcinoma de útero y a su pronta atención.
Por otro lado, no está recomendados en mujeres que aún no han mantenido relaciones sexuales, ya que se puede perder la virginidad. Con respecto al tiempo en que debe realizarse la prueba, el mismo varía de acuerdo a la edad, y está indicado cada tres años en principio y superados los 30 años de edad, cada cinco.