De influencers y arrepentimiento
Por Néstor Estévez
Ha circulado en estos días el supuesto arrepentimiento de influencers que alegadamente fueron contratados por la empresa minera Barrick Gold para publicar contenidos defendiendo la construcción de una presa de colas en Cotuí.
Estamos ante la expresión de una etapa en la que cualquiera dice, le creen y hasta ayudan a difundir sin que importe en lo más mínimo las consecuencias. Pues como nota común de estos “creadores de contenido” destaca su confesión de no saber de lo que hablaban ni conocer las consecuencias que de ello derivan.
Hay, entre otras muchas, dos lecciones destacables de este caso. La primera está relacionada con la etapa en que vivimos y la segunda nos ayuda a evitar que nos asuman más bobos de lo que podríamos ser.
Vivimos en un mundo con exceso de mensajes. Siempre ha existido gente que se encarga de hablar “pluma de burro”, de regar rumores y hasta de mentir. También hace mucho tiempo que existe quien lo hace inocentemente, hay quien dice hacerlo como “entretenimiento” y también hay quien lo hace de manera muy perversa. Unos lo hacen de gratis y otros “se buscan lo suyo”.
Lo que pasa es que ahora tenemos internet. Y eso multiplica por mucho, pero por mucho de verdad, lo que pueden hacer personas con buenas intenciones, gente que no sabe “ni donde tiene la nariz”, gente perversa y gente que hace cualquier cosa por dinero.
De ahí la importancia de hacernos preguntas. Cuando nos enteramos de algo por internet o por otros medios, ¿nos fijamos en quién dice lo que nos llega como mensaje? ¿Nos preguntamos por qué y para qué lo dice? ¿Cuánta gente se detiene a analizar y a determinar criterios como verdad, utilidad y bondad en lo que recibe y –generalmente- reenvía? ¡Tenemos tarea!
La segunda lección tiene que ver con el arrepentimiento, una de las emociones humanas más complejas y profundas. El real arrepentimiento no solo implica reconocer un error, sino también asumir la responsabilidad por las consecuencias.
Sin embargo, recordemos lo que dice el saber popular: “Desde que inventaron las excusas, nadie queda mal”. Y todavía más: en un mundo donde las disculpas a menudo se dan de manera superficial o estratégica, determinar si alguien es sincero al pedir perdón puede ser un desafío.
¿Cómo saber si un arrepentimiento es genuino? Hay varias pistas. El arrepentimiento genuino va más allá de un simple “lo siento”. Es un proceso emocional y cognitivo que tiene cuatro características fundamentales: reconocimiento del error, asunción de responsabilidad, demostración de empatía y compromiso de cambio.
Una disculpa sincera no es vaga. Cuando una persona reconoce su error suele identificar clara y detalladamente lo que hizo mal y cómo afectó a los demás. Por ejemplo, en lugar de decir “lamento lo que hice”, una disculpa genuina sería: “lamento haber hablado de lo que no sé. Entiendo que lo que dije puede confundir a muchas personas. No era mi intención provocarles daños a personas de esta comunidad”.
Cuando una disculpa es genuina incluye aceptación de responsabilidades ante las consecuencias de las acciones, incluso si son desagradables. Esto puede incluir enfrentar críticas, perder privilegios o reparar el daño causado. La persona no debe intentar evitar las consecuencias ni minimizar su impacto. Tampoco debe justificarse ni estar culpando a otros.
La demostración de empatía es otro componente clave de una disculpa sincera. La persona debe demostrar que comprende cómo se siente la otra persona y que le importa su bienestar. Esto puede manifestarse a través de un tono de voz compasivo, expresiones faciales de preocupación, entre otras maneras de demostrar “estoy en tus zapatos”.
Finalmente, cuando existe un real compromiso de cambio, la disculpa va más allá de simples palabras. La persona tendrá tiempo para demostrarlo en el futuro, pero es recomendable que de inmediato comience con una acción que lo demuestre. En el caso de estos influencers, por ejemplo, explicando claramente las desventajas de una presa de colas.
Con esto podemos tomar, preliminarmente, dos rutas: alimentar la dinámica de los influencers, con ataques y defensas, o encontrar lecciones que nos ayuden a sobrellevar esta etapa de “creadores de contenido”, de gente que hace de todo por dinero y de muchos que se tragan lo que den.