Una señal de esperanza
Por Néstor Estévez
“Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Es una de esas expresiones cargadas de sabiduría, que sigue contando con una inmensa carga de verdad y de las que se nos hace bastante difícil identificar la autoría.
Pero ahí no para la cosa. En tiempos de tanto aceleramiento suele olvidarse lo que se suponía aprendido, y luego suele escucharse –cual si se tratara de Julio Iglesias- aquello que más o menos dice “tropecé de nuevo con la misma piedra”.
Por fortuna, esas situaciones encuentran señales alentadoras, que nos refrescan la memoria y nos hacen caer en la cuenta de ciertas realidades.
Hace pocos días se dio a conocer una de esas señales: en Monción, haciendo honor al restaurador a cuya memoria se sustituyó el apelativo Guaraguanó, una multitud –no importa cuántos- encarnó todo el honor de que se precisa para hacernos caer en la cuenta de que, si no gestionamos de manera adecuada los recursos naturales, la vida se va volviendo sencillamente imposible.
Representaciones de organizaciones con alto sentido del compromiso con el entorno, tanto de la provincia de Santiago Rodríguez como de otros puntos del país, se concentraron en el municipio de Monción para exigir que no se continúe otorgando permisos de saneamiento de los bosques.
Y es que, además de diversos incendios forestales en los últimos días, el trasiego de madera extraída de la zona ha comenzado a llamar grandemente la atención. A eso se suma que, según se ha denunciado, muchos de los incendios que se han registrado en la zona son provocados por desaprensivos que luego, “como la gatica de María Ramos”, solicitan “permiso de saneamiento” para terminar aprovechándose de los pinos.
La manifestación sirvió para crear conciencia en torno a la gran riqueza hídrica de la provincia Santiago Rodríguez. Y no es para menos, en un territorio en cuya cuenca nacen los principales ríos de la región y hasta la principal fuente acuífera de Haití, se ha de tener el agua como uno de sus más valiosos recursos.
Pero hasta ahora, en Santiago Rodríguez ha costado mucho que se entienda y valore la importancia del recurso agua. ¿Cuántos arroyos más deberán desaparecer para que se logre entender el tema y se actúe en consecuencia? ¿No ha sido suficiente lección el hecho de que en solo cuatro meses se pasara de daños por exceso de agua a calamidad por falta del vital líquido? ¿Hemos olvidado que en noviembre Guayubín hizo colapsar la estructura de desvío que facilita los trabajos de construcción de la controversial presa Boca de los Ríos, y que en febrero ya se estaba anunciando racionamiento en acueductos y hasta suspensión del servicio como consecuencia de la sequía?
Es entendible que ocurra sequía, y más si se trata de un fenómeno cíclico, pero lo difícil es entender que, siendo precisamente recurrente la escasez, haya costado tanto aprender a gestionar adecuadamente el agua.
¿De cuál otra manera será necesario explicar que cuando un territorio asume la construcción de consensos, con participación activa, responsable y visionaria de gobierno, empresa, área del conocimiento y sociedad organizada, se logra una especie de “magia” para el avance sostenido?
¿Por qué ha resultado tan difícil comprender que ya es tiempo para poner “manos a la obra”, con planes, con metas específicas, medibles, alcanzables, retadoras y con tiempo establecido, de cara a usar lo que se tiene para conseguir lo que se quiere, y hacerlo con criterio de sostenibilidad?
¿Será que alguien, tras las sombras, procura que el territorio y la región se conviertan en “tierra de nadie”?
Mientras la provincia Santiago Rodríguez y la región asumen la tarea para mejorar la gestión de los recursos naturales, en el emprendimiento de la Fundación Amigos de la Sierra, seguido por cada sector representado en el “grito desesperado” lanzado en Monción, tenemos una señal de esperanza.