Locales

Entre micrófonos y teclas

Por Néstor Estévez

Entre micrófonos y teclas discurre la cotidianidad de dos profesiones cuyos días celebramos en abril en República Dominicana: periodismo, el día 5, y locución, el 18.

Aprovechando el intermedio entre ambas fechas, además de estar en la Semana Mayor, resulta pertinente hacer una pausa para reflexionar sobre el papel que estos profesionales desempeñamos en una sociedad marcada por fuertes y aceleradas transformaciones.

Más allá de la noticia o la voz en el aire, periodistas y locutores estamos llamados a cumplir una misión mucho más profunda: educar, orientar y contribuir al fortalecimiento de la democracia. Así lo plantea Cristina Gimeno Calderero en su texto “Periodismo didáctico en la transición: individualismo y democracia”. Ella propone una mirada crítica sobre los desafíos actuales de la comunicación. Ella invita a cultivar y mejorar la relación entre periodismo, educación y democracia.

Vivimos una época en la que el individualismo ha ganado terreno. Las redes sociales y las plataformas digitales han dado voz a miles de millones, pero también han fragmentado los espacios de conversación colectiva. En este contexto, tanto el periodismo como la locución enfrentan el reto de reconstruir los vínculos sociales y aportar claridad en medio del ruido informativo.

Hace falta ver al periodismo no sólo como un ejercicio de informar, sino como una herramienta para la formación de ciudadanía. Hace falta adoptar un modelo de periodismo que no se limita a narrar los hechos, sino que los explica, los contextualiza y los conecta con la vida cotidiana de la gente.

Hoy, cuando cualquiera hace saber y cuando tanta gente prefiere creer y “darle pa´llá” sin pensar, es urgente y clave entender que la comunicación no es neutral. Cada palabra que se dice al aire, cada noticia publicada, cada post que se comparte en redes sociales tiene el potencial de construir o debilitar la convivencia democrática.

Los comunicadores —profesionales o en formación— tenemos la responsabilidad de promover valores como la solidaridad, la justicia social, el respeto a la diversidad y la participación. La democracia no se sostiene solo con votos; necesita también de diálogo informado, pensamiento crítico y sentido de comunidad.

Necesitamos asumir la tarea de incidir en una sociedad en donde el “animal laborans tardomoderno” se ha individualizado porque su único norte es el rendimiento, como refiere el filósofo coreano Byung-Chul Han. Esa actitud debilita la vida en común. Por eso, tanto periodistas como locutores tenemos un papel clave: ayudar a visibilizar lo que nos une como sociedad y a cuestionar lo que nos divide injustamente. La voz que se escucha en la radio o el texto que aparece en una pantalla pueden ser semillas de conciencia y compromiso.

En este sentido, el uso de las tecnologías debe ser más estratégico y ético. Hoy, mucha gente se informa exclusivamente a través de redes sociales, donde la inmediatez y la desinformación pueden generar confusión. De ahí la importancia de formar comunicadores capaces de ejercer su rol con criterio, veracidad y sensibilidad social. Ser periodista o locutor hoy es mucho más que manejar un micrófono o redactar una nota: es participar activamente en la construcción de una ciudadanía mejor informada, más empática y participativa.

Es urgente la necesidad de superar la dicotomía entre información y formación. Informar sin educar deja a la audiencia vulnerable; intentar educar sin informar puede generar vacíos con lamentables consecuencias. Por eso hace tanta falta acudir al periodismo didáctico como práctica habitual, especialmente en contextos como el nuestro, donde el ensayo democrático tiene tantas tareas pendientes. En este modelo, periodistas y locutores no debemos ser simples emisores de datos, sino mediadores entre los hechos y la comprensión ciudadana.

Ojalá que en este mes y en este contexto identifiquemos la oportunidad para renovar el compromiso con una comunicación más humana, más clara y útil para la vida en sociedad. Los comunicadores del presente —y los del futuro, quienes hoy se forman en las aulas— tenemos en nuestras manos una herramienta poderosa para transformar realidades, derribar prejuicios y construir puentes.

Ojalá que veamos en micrófonos y teclas mucho más que simples instrumentos de trabajo. Mi propuesta es que en ambos veamos los símbolos de una vocación orientada al bien común.

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