La dignidad humana. Artículo 38: mi favorito en la Constitución Dominicana

Por Edwin DeLaCruz
Periodista, abogado y sindicalista
Cada 6 de noviembre, cuando conmemoramos el Día de la Constitución Dominicana, me detengo a reflexionar sobre el profundo significado de este pacto supremo que nos rige como nación. Y entre sus artículos más nobles, hay uno que siempre ha ocupado un lugar especial en mi conciencia ciudadana: el Artículo 38, que proclama que “la dignidad del ser humano es sagrada, innata e inviolable; su respeto y protección constituyen una responsabilidad esencial de los poderes públicos”.
No es un simple enunciado jurídico. Es, en realidad, la piedra angular de toda convivencia democrática. Sin dignidad no hay justicia, sin respeto no hay derechos, y sin derechos no hay libertad. Este artículo 38 nos recuerda que el Estado existe y debe existir para servir a la persona humana, no para someterla. La Constitución no nos otorga la dignidad; reconoce que ya la poseemos por el mero hecho de ser humanos.
Cuando la Carta Magna declara que el Estado “se fundamenta en el respeto a la dignidad de la persona”, está estableciendo una obligación moral y jurídica: los poderes públicos están llamados a garantizar que cada dominicano y dominicana viva con decoro, igualdad y sin humillación. La dignidad, por tanto, no es una palabra abstracta. Se expresa en la justicia social, en la educación y la formación, en el trabajo digno, en la salud, en la libertad sindical, en el derecho a disentir y a ser escuchado.
El Artículo 5 complementa esta visión al afirmar que nuestra Constitución se sustenta en valores como la libertad, la igualdad y el respeto a la dignidad humana. Esto significa que toda ley, toda política pública, toda decisión judicial o administrativa debe ser coherente con esa esencia: respetar a la persona, protegerla de la arbitrariedad, y promover su desarrollo integral.
Por eso, en tiempos donde la desigualdad social, la intolerancia y la indiferencia parecen querer ganar terreno, es necesario volver a leer y meditar el artículo 38. Es un recordatorio de que ningún poder del Estado, ni siquiera la mayoría, puede pasar por encima del valor supremo de la persona humana.
Que este día de la Constitución nos encuentre reafirmando ese compromiso: defender la dignidad de cada ser humano, desde la posición que ocupemos, como ciudadanos conscientes de que en ella se resume el sentido más alto de la República.



