La sabiduría del viejo Antonio

Por Néstor Estévez
Al viejo Antonio lo conocí antes de mis veinte años. Yo creía saber mucho, pero él me demostró que la verdadera sabiduría se adquiere en la universidad de la vida.
Sin que yo tuviera que contarle, aquel sabio se dio cuenta de que algo me atormentaba. Luego de contarle, aquel magna cum laude iletrado resumió su cátedra en una frase: “la culebra se mata por la cabeza”, me dijo.
Con su ayuda logré resolver un problema para el cual, hasta ese momento, yo no alcanzaba a ver solución. Sencillamente, su sabiduría me hizo entender que mi distracción con elementos secundarios no me permitía llegar hasta la raíz de aquel tormento.
Mucho tiempo después, el exceso de mensajes, la velocidad de los acontecimientos, la irritabilidad de la gente y las múltiples manifestaciones de violencia me hacen recordar la sabiduría del viejo Antonio. En la era digital, el contenido de redes sociales, películas y hasta de videojuegos está afectando de manera muy negativa el comportamiento y el manejo de las emociones.
Son muchas las investigaciones que demuestran cómo el consumo de contenido mediático violento puede aumentar la irritabilidad y la agresividad en las personas. Un estudio realizado en 2017 encontró que los adolescentes que pasaban más tiempo entretenidos con videojuegos violentos mostraban mayores niveles de agresión en comparación con aquellos que no lo hacían. Esto se debe a que el cerebro humano tiende a imitar comportamientos que ve repetidamente, un fenómeno conocido como “aprendizaje por observación”.
Un ejemplo claro de esto ocurrió en 2018, cuando un joven en Estados Unidos realizó un tiroteo en una escuela. Las investigaciones revelaron que el adolescente había estado expuesto a horas de videojuegos violentos y contenido en línea que glorificaba la violencia.
Pero no necesariamente hay que ver esos contenidos para desencadenar violencia. La inmensa mayoría de los noticiarios incluyen contenidos que contribuyen a la irritabilidad y el estrés. Incluso, para hacer “atractivas” las noticias mucha gente apela a mecanismos que generan ansiedad, irritabilidad y sensación de inseguridad en las personas.
Por ejemplo, durante la pandemia de COVID-19, muchas personas reportaron sentirse más irritables y estresadas debido al bombardeo constante de noticias sobre muertes y crisis económica. Esto demuestra que el contenido mediático no solo afecta a quienes consumen entretenimiento violento, sino también a aquellos que están expuestos a información negativa de manera repetida.
Pero el mayor detonante de esos sentimientos lo tenemos en las redes sociales. En ellas tenemos la trampa del entretenimiento y contenidos disfrazados hasta de orientación, pero cuya esencia es la banalización y la velocidad que sirven como puente, entre otros males, a contenidos que promueven la agresividad y el conflicto.
Un estudio realizado por Twenge y Campbell, prestantes investigadores de las universidades de San Diego y Georgia, respectivamente, publicado en 2018, encontró que los adolescentes que pasaban más de cinco horas al día en redes sociales tenían más probabilidades de experimentar irritabilidad y comportamientos agresivos.
Un ejemplo común lo tenemos en el “cyberbullying” o acoso en línea. Son muchos y muy frecuentes los actos de violencia que han provocado graves daños, incluyendo la pérdida de vida de jóvenes que no logran gestionar adecuadamente sus emociones.
¿Por qué ocurre esto? Es que el cerebro humano es muy sensible a los estímulos externos y a las repeticiones. Cuando una persona consume contenido violento o negativo, su cerebro puede activar respuestas de estrés, como la liberación de cortisol, una hormona asociada con la irritabilidad y la agresividad.
Por ahora quedan opciones como establecer límites en el tiempo que pasamos consumiendo contenido mediático, especialmente si es violento o negativo. Ojalá descubramos la riqueza de optar por películas, series y videojuegos que promuevan valores como la cooperación y el respeto.
Es recomendable y muy valioso discutir con amigos y familiares sobre el contenido que consumimos y reflexionar sobre sus mensajes y efectos. Si descubrimos dificultad para frenar el consumo de contenido mediático que afecta negativamente nuestro comportamiento, entonces es hora de buscar ayuda profesional.
De estar el viejo Antonio, nos hubiera recordado que a la violencia –como a la culebra– hay que matarla por la cabeza: actuando en el origen, en los estímulos que la generan.