De opinión

Un iceberg en la Cordillera Central

Por Néstor Estévez

Un iceberg en una montaña tropical, máxime en la Cordillera Central de República Dominicana, parece una de esas nuevas “realidades” en boga.

Cuentan que iceberg viene del neerlandés “ijsberg”, en alusión a “montaña de hielo”. Dicen que otras lenguas germánicas emplean palabras muy parecidas para referirse al mismo concepto: “eisberg”, en alemán; “iesbarg”, en bajo sajón, y en sueco, “isberg”.

El mundo hispanoparlante cuenta con “témpano”. Pero si lo pongo en el título es posible que genere mareos. Sigamos hablando de iceberg porque de verdad hay uno en la Cordillera Central.

Iniciemos por esa característica muy particular del iceberg: se ve como algo pequeño y hasta insignificante, y además suele tomar por sorpresa y hasta dejar muy duras enseñanzas (si es que sobreviven al impacto) a quienes se guían por las apariencias.

En la Cordillera Central, específicamente en la zona alta de la provincia Santiago Rodríguez, una realidad muy compleja está mostrando, como el iceberg, una parte que para muchos puede parecer pequeña y hasta insignificante. Y lo real es que puede generar impactos muy diversos y de impredecibles consecuencias.

Los serranos, como son llamados en Santiago Rodríguez, están en pie de lucha porque ahora resulta que los terrenos en donde han vivido desde mediados del siglo antepasado dizque están incluidos en títulos de gente muy ajena a esos lugares.

“Ni nos sacan ni nos vamos” es una de las consignas que están unificando a las personas de la zona. Un reciente encuentro en La Leonor sirvió como demostración de fuerza y respuesta a diversas versiones que circulan por doquier, luego de ver a personas desconocidas con equipos de medición. Pero ¿es solo un problema de la sierra de Santiago Rodríguez? ¡Claro que no! ¡Es como el iceberg! Es una situación de la que solo se está viendo “una puntita”.

Revisemos un poco. En junio de 2011, mediante decreto, se crea el Parque Nacional Manolo Tavárez. Entre las motivaciones destaca “preservar los nacimientos de los ríos, y con ello los ecosistemas más valiosos y Ia biodiversidad del país”. Siete años después, también por sorpresa, se declara inconstitucional el decreto número 371-11, quitando la condición de parque nacional a esa parte de la Cordillera Central. Así lo expresa la sentencia 0905/18, del Tribunal Constitucional.

Se argumentó que el decreto era irrazonable porque “afectó una extensión superficial de 351.87 kilómetros cuadrados, sin considerar las 40 comunidades y centenares de familias que habitan allí desde tiempos inmemoriales, como propietarios, ocupantes o simples poseedores, y colocándolas en situación de vulnerabilidad e incertidumbre”.

Desde ese tiempo, en la zona hay una especie de limbo que es aprovechado para actuar desde la sombra. Y ahora se suma el tema de la titularidad. Hasta ahora da la impresión de que solo afecta a quienes viven allí. Pero si buscamos un poco caeremos en la cuenta de que esa es solo “la punta del iceberg”.

Los pobladores de la sierra han vivido de sorpresa en sorpresa y recibiendo resultados de decisiones para las que nunca se les ha consultado. Hace dos años que existe la Ley núm. 368-22 de Ordenamiento Territorial, Uso de Suelo y Asentamientos Humanos. ¿Por qué no se aplica? ¿A quién le beneficia que la zona siga caracterizada por el desorden?

¿Qué pasará con el Acueducto del Noroeste y la Presa de Monción, si el desorden sigue? Si de verdad se quiere impulsar el ecoturismo, ¿por qué no tomar en cuenta referentes como el Parque Nacional Tortuguero, en Costa Rica? (Place, 1991). ¿Por qué no aprender y adaptar la experiencia de la Reserva de la Biosfera Maya, en Guatemala? ¿Qué o quién impide aplicar un marco regulatorio robusto que incluya planificación participativa, educación ambiental y supervisión continua? (Weaver y Lawton 2007).

¿Tiene todo esto relación con la salida de serranos hacia Esperanza, Santiago y otros destinos, y la ocupación de la zona por migrantes ilegales? ¿Tendrán algo que ver las difundidas pretensiones de explotación minera? Y si el deterioro de la Cordillera Central termina con la vida del río Artibonito, ¿ocurriría igual que la litis por el canal del Masacre? ¿Cómo afectará el desorden la vida en la isla cuando RD cumpla 200 años? ¡Faltan menos de 20!

Ante el iceberg que tenemos en la Cordillera Central quedan dos vías: seguir “haciéndonos los locos” o tomar medidas.

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