Estilo de vidaNacionales

“Perro no come perro”, de Odalis G. Pérez

 Por Dr. Julio Cuevas 

Aquí procuro encontrar los sentidos subyacentes de los signos, la afrenta lingüística de sus metáforas y el anti-canon sintáctico sostenido en sus versos.

Desarrollo:

Cualquier enfoque crítico de un texto, asumido desde el rigor de la hermenéutica, nos conlleva a la interpretación de su simbología discursiva y su conexidad es filosóficas, como expresión, en este caso, expresión del sujeto-creador.

Desde el inicio, en “Perro no come perro”, como título que endosa a esta parte del refrán popular que, convertido en filosofía cotidiana, expresa aquella sentencia de que entre iguales no se golpean o no se maltratan, lo mismo que el decir de que “filo con filo no corta”. Desde esa simple expresión, podemos quedarnos entrampados en la superficialidad semántica de la palabra, pero no, no es posible quedarnos ahí, cuando de la morfología mágica del discurso poético se trata, porque hay allí otros cosmos sintagmáticos que conllevan a buscar más y a encontrar otros universos de significaciones infinitas, a partir de la lectura.

De eso se trata, de una rebeldía del signo que rompe con el ordenamiento lineal y normal del sintagma, donde el sujeto-autor reta al lector a tener que abordar otros modelos de lectura, donde el que dice (sujeto), no dice, sino que hace, y en ese hacer transgrede la lengua para asumirla desde la magia de la metaforización de la lengua:

“entonces corre agitase indiscreto pavoroso/enjundia y rumba de la raja/química imperfecta de la baba/oledor de cuca y de cemento/convivio de hocicos anteriores posteriores//”. (Pérez, O. G., 2015: p. 14).

Cualquier lector puede ser sorprendido por los golpes combinados de una ritmicidad que brota desde la vocalidad y la envoltura consonántica que hay en estos versos.

Aquí el sujeto-autor se revela en abierta rebeldía contra la liberalidad del verso. Transgrede el signo, lo remueve, hasta hacer de la lengua su tambor de sonoridad, a partir de la palabra:

“el rabo te lo dice todo/

eres un estado sin estado/un pelo sin el pelo/barriga elástica mal puesta/piadosa meretriz donde hay que oler/oler a punta de metal y cromo//”. (Pérez, O.G., 2015: p. 15)

Cada perro marca su territorio, huele y se apropia de su espacio. Aquí el “oler” del poeta es visualización del cosmos, agonía del vivir, de su vivir y de nuestra vida. La vitalidad del Ser en su entorno perruno, es lo que empuja al poeta a no resistir, ni a resistirse a una vida de perros envuelta en el “metal” y en el “cromo” de la meretriz “liberal” o “neoliberal” de los burdeles ideológicos.

Esta es una obra plural, abierta y multívoca que raya en la subversión consciente de la imagen metafórica, por lo que, en una osadía sintáctica, sitúa al lector ante una lectura de construcción y reconstrucción textual, donde, necesariamente, hay una reinvención cósmica y nuevos mundos se aglomeran, bullen, laten:

“la uña espinosa el fuéquete austero taquicardia/ y arritmia de la máquina anatómica es el fluido/de estos días en clámide y vetusta geografía/ late/late el clavo/late el hijo/ late el Espíritu Santo/late ley y espejo/late el excremento/late la pregunta/late la respuesta//”. (Pérez, O.G., 2015: p.26)

El “latir” es movimiento, es vitalidad, es inconformidad y revuelta transcultural, transpolítica y filosófica del sujeto. De aquel sujeto que, como tú y como yo, se atrinchera día a día,

Aquí y ahora, contra la vida injusta, excrementosa, pulgosa…propia de perros y donde nadie escapa de la muerte:

“Perro mítico lunar y musical se arrastra por la duda/quiere hablar, pero no escucha la palabra final y trans-/gresora geométrica la boca sacrifica el surco de la/esfera ardiente el ojo se come el arcoíris la siesta/de ese fauno que es también el dios de la pregunta/como puedes ver nadie se salva de esta muerte puerto/donde arriba el invisible cuerpo de la vida//”. (Pérez, O.G., 2015: p. 50).

Es un texto de vanguardista, fíjese usted que no dije de vanguardia, porque no entra, ni se pliega a la moda. Al contrario, es un texto que es una irrenunciable disidencia del signo, donde el sujeto-autor juega con los espacios de la enunciación para asumirlos como parte de su travesía rítmica y así rebasar el plano superficial de la lengua, para entrar en los experimentales recovecos del discurso poético. Más que decir, al sujeto- autor le interesa el cómo decir, para cumplir su objetivo de insurgencia verbal y transgresión semiótica del signo.

El juego con el verso escalonado es también expresión rítmica, es sonoridad y, por si, es recarga semántico-ideológica del discurso poético que aquí ondea.

Expresiones del decir popular (ibid., p.17) y (ibid., p.32), son asumidas por el autor, para incorporarlas a su trasiego poético y desde ellas hacer un maridaje con el Génesis y el Apocalipsis bíblicos de los católicos-cristianos, la mitología griega (ibid., p.43) y centrar su poética transgresora, caótica y disidente, en la onto-hermenéutica del homus-canis, muy propio de la cosmogonía canina, admisible nada más en y para el enfoque crítico de un TEXTO MALDITO, como “Perro no Come Perro ( 2015), en su primera parte, la cual abarca a “Rumores y Atributos” (ibid., Pp. 71-92).

No lo quería decir, pero ya lo he dicho, en esta continuidad del texto que analizo, de la autoría de un POETA MALDITO, el lector vuelve a ser retado e increpado con cuatro poemas en prosa. Conviene aclarar que no se trata de un texto para lectores normales, sino para lectores creativos y reconstructores de realidades cosmográficas y conceptuales.

En el poema “Rumores y Atributos”, aquella rebeldía ante la lengua y sobre la cual me refiero más arriba, se sostiene con más racionalidad por parte del sujeto-autor. En esta ocasión hay un rompimiento con la cadena escrita o hablada de la lengua española, donde el uso del punto (.) como marca de final o continuidad de expresión o de enunciación, no es utilizado como norma regular de la escritura, en pro de la búsqueda de pausas que permitan de reforzar la cadencia estético-discursiva del texto poético:

“De partir. el parto no es la historia de ese/nombre. se diluye como el tacto la pregunta/. Solo Tritemo en la búsqueda oculta del eros y la formula/se levanta como polvo en los abismos, lámina/de cobre y nube. los puntos en suspenso solicitan/cuerpos y campanas, cadenas pesadas y/penetran la aventura/. Soñadores, pobladores/acuerdos, señales, pero además caídas y vertientes/. nadie puede/, nadie debe/, nadie quiere/propiciar el eje de silencio y de palabra, cumbre/en posesión; música que nombra y no decide/su destino. amarre, decurso, nacimiento de otredades/ parte/ mínima moralia/. orbe en tono/ duda no advertida en tiempo/; socorrida estancia en horizonte/, (…). (ibid., p. 74).

He colocado inextenso este fragmento del citado texto, para señalar el uso arbitrario y racional de los signos de puntuación en el poeta, por parte del sujeto-autor. El uso del punto (final y seguido) no obliga al poeta a escribir con mayúsculas los sintagmas siguientes. El poeta tira por la borda esos preceptos y asume su criterio de rompimiento de la “norma oficial”, para conquistar cadencia y ritmo dentro del discurso poético.

Solo un escritor con plena conciencia de su oficio y de los fines de su creación desde la palabra, se dispone a tal osadía sínica. Es lo que pasa con el creador Odalís Pérez. Él busca su propio ordenamiento fónico y se revela contra sí mismo, como analista del discurso, para salvar al creador, al reinventor de cosmos que es el poeta.

Entrando a “Derivas y Esplendores” (Pp. 93-107). Aquí el lector se encuentra con cuatro poemas, de los cuales no me arriesgo a decir que son en prosa, porque el poema es uno, él y su universo fónico, su cosmos de palabras, su espacio-sentido, su ordenamiento caótico o su ¡lógica que es lo representa su intro-lógica estética.

La obra es la misma en su abordaje hacia el signo y la metáfora, por parte del sujeto- autor, en su aventura estética, y es cuando reaparece “(…) de nuevo el anus mundi en la línea de extensión excrementicia(…)” (ibid., p.95).

El texto, en su expansión de blanco y negro, recoge la voz del demiurgo y es entonces cuando brota la filosofía del poetizar hacia lo exotérico, sin dejar de apuntar hacia lo esotérico, entrando así al espacio del arcano, a la profecía del minotauro y convierte su discursividad en decantadas parábolas:

“el todo absorbe la verdad. la lengua del camino saborea los huesos añejos/, heredados; no dice nadie lo que es puerta/, la ventana del espectro/. Allí/, en el laberinto/, alguien se acerca al minotauro y dice/ con empacho: hoy es el día/. la nave no ha partido/. el rey y la reina han muerto, todo se ha consumado: aleluya/, aleluya/, dios por fin ha muerto/, la clave es el retorno/. (…) (Pérez, O.G.,2015: p. 95).

El origen (El Génesis)

El hombre y su pecado original, la muerte del redentor (Dios) y su resurrección (“la clave es su retorno”), porque “después de la fundación del mundo: dios con la mano y el ojo de del dios/. hubo más secretos/, la mano del éter fabricó fuerzas divisorias y la boca de los ángeles escuchó y a la vez lanzó rayos/, truenos que conmovieron la piel del hombre/. por eso/, la tierra hoyada y recargada se fue desmoronando hasta convertirse en un puñado de cenizas/; el tiempo es un reloj/: el reloj es un símbolo del número/; la materia se ha convertido en siniestro soporte/, en peso de sombras y bestias ominosas/. (…) (ibid., p.97).  No ha dejado su poética del caos frente a la imagen, el poeta. Nada más ha cambiado el ambiente, pero el homus-canis sigue ahí atravesado por el aguijón de la metáfora del sujeto-autor. En esa travesía canina, perruna, el mundo del poeta queda develado como espacio-ritual de ladridos y desgarramientos oníricos, por lo cual pitonisa su emancipación terrenal.

Son los infinitos temas de la literatura universal los que surcan este texto: El hombre, sus virtudes y su miseria humana, canina o perruna. La vida, el sexo y la muerte con sus cébalas y sus entuertos:

“(…) nadie como ese/cuerpo/, sin violín ni esfera/, ombligo

verdinegro/, foete/lancinante/, látex/, vértigo y negrura de ese triángulo/ que atrae/. blando y peludo/, húmedo y viscoso/, semilloso/y culebrón/, báquico labio/; lengua

plástica/, acuosa piedra/; dulce pico/, sudorosa bestia del origen/, voz en uso

pálido/. después/, cuando amanece/,olor/a sueño por lo visto/.pesadilla cúbica/,mundo/: pavoroso espejo brujo/; ventisquero anuncia el ojo/en la mañana/,en la caída y el espanto//. (…) (Pérez, O. G.,2015: Pp. 106-107).

Es que “Perro no come perro” es un solo poema en su totalidad configurativa. Es un texto-embrión, un texto-raíz que el sujeto-autor, en su rebasabilidad creativa o imaginaria, presenta al lector como una trampa pérfida y alevosa, donde signo, metáfora y enunciación poética se entrelazan, para hacernos cómplices de sus bestias ominosas/. (…) (ibid., p.97). No ha dejado su poética del caos frente a la imagen, el poeta. Nada más ha cambiado el ambiente, pero el homus-canis sigue ahí atravesado por el aguijón de la metáfora del sujeto-autor. En esa travesía canina, perruna, el mundo del poeta queda develado como espacio-ritual de ladridos y desgarramientos oníricos, por lo cual pitonisa su emancipación terrenal.

Son los infinitos temas de la literatura universal los que surcan este texto: El hombre, sus virtudes y su miseria humana, canina o perruna. La vida, el sexo y la muerte con sus cébalas y sus entuertos.

“(…)nadie como ese/cuerpo/, sin violín ni esfera/, ombligo

verdinegro/, foete/lancinante/, látex/, vértigo y negrura de ese triángulo/ que atrae/. blando y peludo/, húmedo y viscoso/, semilloso/ y culebrón/, báquico labio/lengua

plástica/, acuosa piedra/; dulce pico/, sudorosa bestia del origen/, voz en uso

pálido/. después/, cuando amanece/, olor/a sueño por lo visto/. pesadilla cúbica/, mundo/: pavoroso espejo brujo/; ventisquero anuncia el ojo/en la mañana/, en la caída y el espanto//. (…) (Pérez, O. G.,2015: Pp. 106-107).

Es que “Perro no come perro” es un solo poema en su totalidad configurativa. Es un texto-embrión, un texto-raíz que el sujeto-autor, en su rebasabilidad creativa o imaginaria, presenta al lector como una trampa pérfida y alevosa, donde signo, metáfora y enunciación poética se entrelazan, para hacernos cómplices de sus disidencias simbólicas, en su desmedido afán de burlarse del signo, en procura de alcanzar el destello seminal del poema y su polifonía.

Nota:

Ilustraciones del poeta e investigador, Dr. Odalís G.  Pérez.

El autor de este trabajo, él y translinguista y poeta, Dr. Julio Cuevas.

Julio Cuevas con el poeta Odalís G.  Pérez y el poeta Mateo Morrison.

Los poetas, Julio Cuevas y Odalís G. Pérez.

 

Publicaciones relacionadas

2 comentarios

    1. Buenas tardes estimada doctoranda, Delkis Molina, gracias por entrar a mi página y documentarte de lo publicado por nuestro maestro Odalis G. Pérez y los escritos del también estimado docente Dr. Julio Cuevas.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba