Presidentes EE.UU y China hablan dos horas; hay amenazas mutuas
WASHINGTON.- El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, conversó con su par chino, Xi Jinping, mientras Beijing intenta frenar una posible visita de ‘la número tres’ de Washington a Taiwán y lanza fuertes advertencias ante lo que supone un apoyo a la isla.
Entre los temas tratados dados a conocer hasta el momento, estuvo la guerra ruso-ucraniana. Un asunto tratado en la última conversación que sostuvieron el pasado mes de marzo, en la que el inquilino de la Casa Blanca se refirió a las “consecuencias” que tendría el apoyo del gigante asiático a Rusia, uno de sus aliados más importantes.
Según el Gobierno estadounidense, esa línea no se ha cruzado.
Sobre el tema de las relaciones entre el país norteamericano y Taiwán, el presidente chino advirtió sobre “no jugar con fuego”.
Medios estatales dieron a conocer el reclamo de Beijing sobre el cumplimiento de la ‘política de una sola China’ y al rechazo de la injerencia extranjera en el tema.
Washington respeta esa doctrina al no reconocer a Taiwán, pero la ley estadounidense obliga a proporcionar a la isla los medios para defenderse, aunque tenga clara la línea roja en las relaciones con su contraparte.
Lo dejaba saber el portavoz de Seguridad Nacional, John Kirby: «Se trata de mantener abiertas las líneas de comunicación con el presidente de China, una de las relaciones bilaterales más importantes que tenemos, no solo en esa región, sino en todo el mundo».
Según el Gobierno de Biden, la reunión es un esfuerzo de la Administración para «mantener y profundizar» las vías de comunicación con China y gestionar «responsablemente» las diferencias entre ambos, así como el trabajo conjunto en áreas de interés común.
Ambigüedad estratégica
A pesar de las informaciones que llegan del supuesto viaje de Pelosi, la Casa Blanca afirma que continuará reconociendo la política territorial china.
Sin embargo, ve un interés clave en la posición de Taiwán para detener la expansión de Beijing en el Mar de la China Meridional.
Así lo manifestó Biden este 28 de julio, al ratificar que la política de Estados Unidos sobre Taiwán no ha cambiado y que Washington se opone firmemente a los esfuerzos unilaterales para cambiar el statu quo o socavar la paz y la estabilidad en el Estrecho de Taiwán.
Esta posición de defensa de los intereses norteamericanos se le conoce como ‘ambigüedad estratégica’.
La llamada de ambos mandatarios, si no pone fin a la actual crisis, desescala el enfrentamiento que, según los expertos, no creen que llegue a un choque directo.
«Beijing, Taipéi y Washington están llenos de personas inmersas en cómo enviar e interpretar señales que transmiten amenazas y tranquilidad, y estoy seguro de que nadie quiere una guerra en este momento», puntualizó Scott Kennedy, del grupo de expertos del Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales de Washington.
Sin embargo, esto no evita que Estados Unidos no manifieste sus incomodidades en voz alta.
Ambos líderes impartieron sendas órdenes a sus subordinados de dar seguimiento a lo conversado este jueves.
Temas como la seguridad sanitaria y el cambio climático también fueron abordados.
¿Cómo se llegó a este punto?
El triunfo de la Revolución de Mao Zedong en 1949 sobre el gobierno nacionalista del Koumintang hizo que las fuerzas del general Chiang Kai-shek se refugiaran en Taiwán y proclamaran la República de China en ese territorio.
Años después, Chiang Ching-kuo, hijo del general Chiang Kai-shek, enfrentó una presión social contraria al régimen heredado de su padre y con un movimiento democrático popular sobre sus espaldas empezó a permitir poco a poco la democratización de la isla.
Otra figura a destacar en el proceso democrático de la isla es el presidente Lee Teng-hui.
Lee Teng-hui lideró los cambios constitucionales que llevaron a una apertura política más visible. Ejemplo de eso es la subida al poder de un mandatario que no estaba ligado a Koumitang en el año 2000.
Después de varios presidentes, no todos intentaron una relación normal con China continental. Ejemplo de ello es la elección de Tsai Ing-wen, líder del Partido Democrático Progresivo, que se inclina por la independencia del territorio.
Tsai Ing-wen dio un giro a las relaciones con Estados Unidos quien, a pesar de no tener vínculos formales con Taiwán, ha venido cambiando su postura sobre la independencia de la isla.
Entre otras cosas, Washington ha venido resaltando la “grave preocupación” que significaría cualquier acción armada por parte de China para la reincorporación de Taiwán.
El mantenimiento del Acta de Relaciones con Taiwán, aprobada por el Congreso es un ejemplo de esto, mediante el cual Washington tiene luz verde para suministrar armas defensivas.
El presidente Joe Biden ha continuado las políticas de su antecesor en cuanto a la independencia taiwanesa, ratificando su compromiso “sólido como una roca”.
Para China, un territorio rebelde
China considera Taiwán como una provincia, que en algún momento volverá a estar bajo el mando total de Beijing, mientras que la dirección de ese territorio se considera a sí misma un Estado soberano con una constitución, con al menos 300.000 efectivos militares y dirigentes electos por el pueblo.
A pesar de esto no cuenta con un asiento en la Organización de Naciones Unidas, que transfirió el reconocimiento diplomático a China.
Esto hace que pocos países tengan relaciones formales con ese territorio y crea un estatus legal confuso en las relaciones internacionales sobre la posición de la isla.
Un sondeo publicado en marzo del pasado año dio a conocer que la gran mayoría de los taiwaneses apoyan la estrategia del Partido Democrático Progresivo de “salvaguardar la soberanía nacional”.
Anteriormente, la reelección de Tsai Ing-wen por una mayoría récord de votos mostró el descontento de la creciente influencia de Beijing en el territorio.
(Repreoducido de France24.com)